Le decimos a los chicos que el juez siempre tiene la razón aunque se equivoque, pero cada vez más lo olvidamos y damos el peor ejemplo posible
Por Ignacio Chans-Redacción Rugbynews
Le decimos a los chicos que el juez siempre tiene la razón aunque se equivoque, porque es uno de los valores fundamentales del rugby: el respeto a la autoridad. Sostenemos que no se puede jugar sin juez, que el único que puede hablarle es el capitán, y ese respeto nos hace sentirnos orgullosos del deporte que amamos. Sin embargo, a la hora de ponerlo en práctica, cada vez más lo olvidamos y damos el peor ejemplo posible.
El fin de semana dos partidos tuvieron marcados por problemas con los árbitros –no fueron los primeros, ni serán los últimos-: Old Christians-Montevideo Cricket y Champagnat-Lobos. El del azul y el decano venía siendo un muy entretenido encuentro en la primera parte. Sin embargo, con el correr de los minutos, las protestas del lado de MVCC hacia el juez se fueron haciendo cada vez más constantes y pesadas. ¿Resultado? El partido, que venía siendo bueno, se fue calentando. Los jugadores fueron entrando en el malhumor de la tribuna y la chispa terminó de encenderse con más de una piñata. Lógico: el encuentro se hizo un bodrio, aún más cortado de lo que se protestaba en la primera parte, y todos terminaron de mal humor.
En Champagnat-Lobos también hubo problemas: los clubes le reclamaron al referee dualidad de criterios, y desde el lado de Champa estallaron luego de la expulsión a uno de sus jugadores. Los gritos fueron subiendo el tono, pero lo peor fue al final del encuentro, cuando se le pidió al juez que no se quedara al tercer tiempo.
¿El juez tuvo una mala tarde?, puede ser la duda que surja en esos casos. Sin embargo, esa no debe ser la pregunta. Será cuestión de los oficiales de referato, de ver los encuentros, de analizar los puntos flojos de los jueces. De la protesta formal ante los órganos correspondientes, cuando alguien se pueda sentir perjudicado por el rendimiento, la conducta o la actitud de un juez. Y hasta en todo caso, del análisis conjunto con los equipos, para ver en qué fallan los jueces y en qué los jugadores, y hasta en qué punto las críticas nacen del desconocimiento del reglamento. Pero nunca debe ser al costado de la cancha, a viva voz, y con decenas de chiquilines y jóvenes que van a la cancha a ver a sus ídolos rugbísticos, y que se van con la idea de que “el juez nos robó”, “el juez es un burro”, o lo peor: de que es válido insultar al juez.
Es cierto que, de diferentes maneras, entre semana ambos hicieron lo que correspondía: pedir disculpas por los exabruptos. Pero el daño ya estaba hecho.
Claro que se necesita mejorar el nivel de jueces, pero también de jugadores. También se necesitan más jueces, y que los clubes colaboren con eso. Y también es cierto que en los últimos días, cuando se llamó a una reunión con capitanes y cuerpos técnicos para hablar de referato, apenas se presentó un cuerpo técnico y un capitán.
¿De qué sirve sostener que el juez siempre tiene la razón, si no estamos dispuestos a ponerlo en práctica? El enunciado es tan simple que parece tonto. Tan tonto que lentamente nos lo estamos olvidando. Recuperemos el espíritu del rugby, porque si no, lo que vamos a perder es al propio rugby.