Argentina pisó fuerte, y estuvo a punto de llevarse la victoria más importante de su historia, aunque finalmente fue empate 16-16 por el Rugby Championship
Ignacio Chans-Enviado a Mendoza. Fotos Victoria Acuña
Era cierto que había un aire especial en Mendoza. Una electricidad que se sentía el ambiente, desde los días previos. Algo de eso explica lo que pasó ayer en el Estadio Malvinas Argentinas: un partido electrizante, en el que Los Pumas obviaron los 20 puntos que había de diferencia con Sudáfrica. En el que jugaron el partido de sus vidas. Que estuvieron a un paso de ganarlo, y que por eso, el 16-16 final les dejó sabor a tan poco, a pesar de tener mucho de hazaña.
Fue un partido de flashes, mensajes inequívocos de que se estaba en una tarde especial. El primer tackle, tirando hacia atrás a un rival. Los siguientes robos en el ruck, para de a poco adueñarse de la posesión. El dominio claro en el primer tiempo en todos los aspectos. Y aún después de un bajón en el arranque del complemento, un maul de 15 metros, con el estadio empujando al grito de “Pumas, Pumas”, que se hizo sentir como el jugador 16, sin exagerar.
Un tapping en una salida con el pie de Bosch, cuando ganaba 16-9 y Sudáfrica no encontraba los espacios, le quitó a Los Pumas la chance de la victoria más importante de todos tiempos. Porque era ganarle a los Springboks, el bicampeón del mundo, y encima en el segundo partido de los argentinos en el Rugby Championship, ese torneo en el que entraron, al menos en el primer año, simplemente a aprender de los grandes.
Los forwards, la receta histórica
Fue de lo poquito que falló en una tarde redonda, en la que Los Pumas salieron a ser agresivos y sorprendieron a su rival. Fueron a jugar donde más le sirve: el juego corto y agrupado. Y lo que es más meritorio, lograron hacerlo no solo con sus pelotas sino también con las sudafricanas en ataque.
Los tackles ganaban metros, los kicks iban a donde debían, los lines se obtenían siempre, y hasta a la hora de atacar –cosa que en Newlands ni se pudo- las cosas salían. Por todo eso, la diferencia de 13-3 al terminar el primer tiempo, producto de un gran try de Santiago Fernández, era resultado espectacular, además de justo.
En el segundo tiempo las piernas de Los Pumas empezaron a flaquear Reposicionarse en defensa tras los tackles de a tres y de a cuatro empezó a ser más difícil, y por primera vez los sudafricanos lograron jugar dentro de la defensa sudafricana, lo que se tradujo en dos penales, de los cuales Steyn aprovechó uno para acercar 13-6.
Pero pronto Argentina volvió a leer bien el ataque de Sudáfrica, que se repetía una y otra vez, buscando abrir de lado a lado y con dinámica desgastar a la defensa rival. Otra vez la intensidad física, el tackle que trancaba la pelota, el contrarruck para forzar la posesión del jugador rival. Y otro momento eléctrico: una imponente defensa en cinco yardas, para evitar la opción más clara del de los Springboks, robar la pelota y terminar de agrandarse.
Allí vino la imagen el principio, del maul caminando y la tribuna rugiendo. También una penetración de Landajo en el medio de los forwards sudafricanos. Y la constatación de que mentalmente Argentina era mucho más que Sudáfrica: era el momento de salir a buscarlo.
Le faltó un poco de suerte nomás. Porque los Springboks encontraron el try sin argumentos, y a partir de esa mala salida Argentina. Sólo eso impidió una victoria de Los Pumas, que de todos modos empezaron a hacer historia grande en la elite del rugby mundial.