A pesar del esfuerzo de la gente de Old Boys, y del buen nivel deportivo que mostró el torneo, al Seven de Punta del Este volvió a faltarle gente; los equipos de los sponsors, de buena actuación, no ayudaron a que el público se identificara y alentara
El Seven de Punta del Este volvió amostrar dos balances: por un lado un interesante nivel deportivo, tanto en selecciones como en clubes, y con un paso hacia delante de los clubes uruguayos, que aprovecharon la ausencia de algunos seleccionados provinciales pero también se mostraron mucho más en competencia frente a los clubes argentinos que en anteriores ediciones.
Pero por otro, volvió a faltar calor de la hinchada, como ocurrió en los últimos años, más allá del esfuerzo que año a años pone la gente de Old Boys para ponerse al hombro un torneo internacional de esta magnitud. Es cierto que el brillo y las tribunas colmadas de la década del 90, cuando las máximas estrellas del mundo llegaban a Punta, desparecieron tras la crisis de 2002, porque ni Fidji, Samoa, Tonga o Los Pumas entre 2008 y 2011 pudieron hacer que las tribunas se volvieran a llenar. Y que quizás sea muy difícil recuperarlo, a no ser de conseguir la quimera de una etapa del Circuito Mundial.
Sin embargo, este año el Seven de Punta perdió un clásico: el hecho que cualquier jugador, fuera del equipo más fuerte o del más pequeño, pudiese enfrentar a seleccionados internacionales. En este 2012 el torneo se dividió en uno de selecciones y otro de clubes, en buena medida por presión de Argentina, que tras perder con Buenos Aires en 2010 tuvo un fuerte conflicto interno.
Así, las selecciones jugaron un torneo insípido, de solo cinco equipos, en el que se sabía de antemano que Sudáfrica y Argentina se enfrentaría en la final. Mientras que en los clubes, la menor presencia de seleccionados provinciales hizo que los que llevaran el favoritismo fuesen los equipos invitación como Personal VII y Topper VII, creados por los sponsors, con buenos planteles pero nula adhesión de parte de la hinchada.
Solo en dos momentos la hinchada vibró con la intensidad que merecía un torneo internacional: en el primer tiempo de Uruguay-Sudáfrica, cuando Los Teros hicieron un gran partido y se llevaron al descanso un empate parcial de 0-0, y en la final de Argentina-Sudáfrica. Prueba de que, con suficientes atractivos deportivos, se puede enganchar al público y hacerlo vibrar.