Los All Blacks golearon 62-13 a los galos como para llegar de la mejor forma a semifinales
Quizás a los All Blacks no le quede casi nada por demostrar. Son el mejor equipo de la historia, se han cansado de ganar. Pero aún tienen cosas para demostrar en un Mundial. Por ejemplo, ganar uno fuera de casa, y además, sacarse de arriba el estigma de Francia, que le ganó sorpresivamente en dos de esos Mundiales disputados de visita.
Quizás por eso Nueva Zelanda salió con ese instinto asesino. Con ganas de demostrar lo poquito que le quedaba por demostrar. Desde el arranque, como para que Francia no pudiera ilusionarse ni un poquito con un batacazo, sabiendo que era menos. Con un Ma Nonu encendido, con unos forwards que ganaron desde el principio la lucha en el contacto, pero sobre todo con una intención de maniatar al rival, de complicarse cada pelota y de jugar, jugar y seguir jugando.
El primer try fue de Rettalick tras un tapping, y el luego apareció Savea para tumbar defensores franceses, y Milner Scudder con otro tras una gran jugada de pelota recuperada. Francia acortó en la única que tuvo el primer tiempo, y por eso se fueron al descanso con un 29.13 que era bastante negocio para los galos.
Pero en el segundo tiempo los All Blacks no tuvieron piedad: uno tras otro los tries fueron cayendo, porque nunca se cansaron de atacar: desde el scrum, de pelota recuperada, abriendo de manos hasta con los primeras líneas.
Al final fue una goleada 62-13 que deja la moral lo más arriba posible para Nueva Zelanda, y para Francia tiene pinta de un fin de ciclo, no solo del DT Saint Andre –la prensa francesa decía que ya no tenía control del plantel- sino de toda la estructura del rugby francés, que se llenó de extranjeros en el equipo pero se quedó sin alma.
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