Campeón de Apertura y Clausura, con doble chance si no llega a imponerse en el Súper 4, y mostrando el mejor nivel de juego de los finalistas: el caballito llega un escalón encima de sus rivales
Tras el título del Clausura, Polo llega un escalón por delante del resto. En los resultados, porque fue campeón del Apertura y del Clausura, y eso le significa tener derecho a una finalísima en caso de que no consiga el Súper 4. Pero también en el juego, el caballito aparece un escalón por encima del resto.
No ha sido brillante, y sus lapsos de dominio se han reducido a menos de 40 minutos por encuentro. El secreto es que, cuando Polo se encuentra, es implacable: Lo demostró el sábado, cuando entre los 10 y 25 minutos de la primera parte puso un 13-0 que condicionó todo, y luego lo liquidó en los seis primeros minutos de la segunda parte, cuando puso 10 puntos más para estirar hasta el 26-0.
Tiene intensidad ofensiva, juego integrado, es agresivo en el contacto y con las manos desnivela por afuera. Además, tiene un plantel largo, que le ha permitido reponerse a ausencias importantes, como en la primera línea, donde tras varios tropezones ante Trébol y Christians ha ido recuperando el predominio. En los tres cuartos tiene varias opciones que serían envidia de otros rivales, que le permiten imprimirle explosión y velocidad en los últimos metros, pero además integrar a los forwards y backs para hacerse una pesadilla en el juego continuado.
También se ha mostrado sólido en defensa, porque cuando los equipos los rivales lo apretaron respondió muy buen en la última línea. Sin embargo, su mayor falla está en las lagunas que ha tenido, que también han facilitado las reacciones de sus rivales, sobre todo en la cantidad de penales que ha hecho en varios encuentros. Por ahora, la efectividad de los momentos en los que encuentra el juego han sido los que han disimulado esas desconcentraciones.
Tiene todo para festejar, pero, al igual que el año pasado, la verdad está en quien llegue mejor al momento de jugar los partidos decisivos, y no tocar el techo antes de tiempo, ni pecar de una confianza desmedida. Del otro lado, el razonamiento en que se apoya el caballito es que este equipo parece aún no haber tocado su techo.